El célebre compositor italiano Ennio Morricone, autor de bandas sonoras de películas mundialmente conocidas y ganador de dos Óscars, falleció en Roma este lunes a los 91 años.
El compositor italiano Ennio Morricone murió hoy, lunes, en Roma a los 91 años de edad. Como legado deja cientos de bandas sonoras que le consagran para siempre como uno de los artistas más importantes e influyentes de la historia del cine. El maestro, nacido el 11 noviembre de 1928 en Roma, falleció en una habitación de la clínica romana Campus Bio Médico, del Opus Dei, donde estaba ingresado tras fracturarse un fémur en una caída.
En sus últimos días estuvo acompañado por su esposa, Maria, de la que pudo despedirse, y «conservó hasta el último instante una plena lucidez y gran dignidad», informó la familia en un comunicado.
El artista, autor de unas quinientas bandas sonoras, ha dispuesto que su funeral sea estrictamente privado para respetar «el sentimiento de humildad que siempre le inspiró» en vida. Uno de los médicos del centro, Vincenzo Denaro, amigo personal de Morricone, aseguró que su deseo era morir con total discreción y que estuvo lúcido hasta el final. «Fantaseaba con quién se aliaría en el Paraíso, si con Beethoven o con Mozart.
Le gustaba mucho eso», confió el doctor a los medios. Italia llora la pérdida de un símbolo Su país, Italia, despidió a uno de los emblemas de su cultura, al autor de algunas de las bandas sonoras más aplaudidas y reconocibles de la filmografía mundial que le valieron decenas de premios como el Óscar honorífico que recogió en 2007. Entre estas destacan sus partituras para los «spaghetti western» de Sergio Leone, la del «Nuovo Cinema Paradiso» (1988) de su amigo Giuseppe Tornatore, la de «The Mission» (1986) o de «Novecento» (1976), la obra culmen de Bernardo Bertolucci. En sus más de seis décadas de carrera trabajó para directores de la talla de Pier Paolo Pasolini, Lina Wertmuller, Roman Polanski, el español Pedro Almodóvar en «Átame» (1990) y Quentin Tarantino, con quien ganó otro Óscar en 2016 por «The Hateful eight».
El jefe del Estado, Sergio Mattarella, lamentó su muerte y reconoció que sus bandas sonoras «contribuyeron grandemente a difundir y reforzar el prestigio de Italia en el mundo». Al pésame se sumaron el presidente del Gobierno, Giuseppe Conte, y varios de sus ministros, pero también destacadas figuras del mundo de la cultura, como el director de orquesta Riccardo Muti. La actriz Monica Bellucci, protagonista de «Malena» (2000), de Tornatore, quien siempre recurrió a la música del maestro, consideró que tenía la capacidad de mejorar el mundo al saber «crear belleza». Su ciudad también se despidió. La alcaldesa, Virginia Raggi, expresó su dolor: «Roma llora hoy la pérdida de un artista muy amado». Y también su querido equipo de fútbol, el A.S Roma, que publicó una foto en la que se leía: «Gracias por todo, maestro».
La Sociedad Italiana de Autores y Editores adelantó que no dará declaración alguna sobre el deceso para respetar la voluntad de la familia de llevar la pérdida con la mayor discreción posible. El último premio que le fue asignado fue el Princesa de Asturias de las Artes 2020, compartido con el estadounidense John Williams, y hasta hace un mes pretendía acudir a recogerlo el próximo octubre al Teatro Campoamor de Oviedo (norte), capital del principado español. Una carta de despedida Antes de morir, el artista escribió una carta para despedirse de sus familiares y amigos, divulgada por su abogado, Giorgio Assumma. «Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto», empezaba.
El músico, siempre discreto y conocido por su carácter a menudo hosco, pide que su funeral sea estrictamente privado y asegura que solo hay una razón para desearlo: «No quiero molestar», alega. Entre sus recordados especiales están Peppuccio Tornatore y su esposa Roberta, «amigos fraternos muy presentes en estos últimos años de nuestra vida», pero también su numerosa familia, empezando por sus cuatro hijos, Marco, Alessandra, Andrea y Giovanni. Sus últimas palabras quedan para su esposa, Maria Travia, con la que compartió su vida desde que se conocieran en 1950: «A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. A ella es mi más doloroso adiós», terminó.